Cuando la igualdad da una oportunidad a la sociedad

Un mes después de su estreno, la película Yo También ha logrado conmover a la sociedad española. Una historia de amor y superación, en la que dos compañeros de trabajo viven una intensa historia llena de emociones. Pablo Pineda, protagonista de esta hermosa historia desmitifica una vez más los prejuicios sobre la imposibilidad de que las personas con Síndrome de Down se integren laboral y socialmente.

Pablo Pineda, diplomado en Magisterio y estudiante de 2º ciclo de Psicopedagogía, es el primer europeo con Síndrome de Down en haber cursado estudios universitarios. La vida de este joven ha estado marcada por una lucha incesante para desmitificar las "limitaciones" de las personas que padecen esta alteración genética. Este joven es un auténtico ejemplo de superación, ya que siempre ha estado luchando por conseguir el reconocimiento social del colectivo de personas con Síndrome de Down. Pablo tuvo conocimiento de su situación personal cuando tenía siete años, pero en ese momento su única preocupación fue si tener este síndrome le iba a impedir seguir estudiando. La motivación y el apoyo de su familia fueron fundamentales para que este joven llegara a la Universidad.

Asegura que "su padre le obligaba a ir solo al colegio en autobús y que fueron fuertes para no ser protectores con él". Considera que la sobreprotección que algunos padres tienen sobre sus hijos es contraproducente para su desarrollo personal y social. Él mismo vivió la experiencia de tener un familiar sobreprotector : "Era mi tía Encarna. Cuando murió fue un mazazo, pero también un punto de inflexión; dejé de tener al alguien que me protegiera de ese modo. Eso para mí fue una lección de autonomía [...] El caso es que cuando ella murió disfruté de esa responsabilidad. Tenía que ir a comprar, manejar dinero. Fue un cambio muy grande, empecé a hacerme la cena: el huevo frito, la ensalada, el churrasco. Son cosas fáciles, pero normalmente un Síndrome de Down no las hace; si tiene unos padres protectores no lo hace, porque hay fuego, agua hirviendo, etc".

Actualmente Pablo tiene 29 años y trabaja en la Administración Pública gracias a los programas de inserción laboral para discapacitados. Como la mayoría de los jóvenes españoles, sigue viviendo con sus padres porque su sueldo no le permite independizarse. Lo que le diferencia de muchos jóvenes son sus ganas de luchar por la igualdad de derechos de las personas discapacitadas. Él es consciente de su responsabilidad y la seguirá desempeñando con ilusión.


Las diferentes asociaciones de discapacitados inciden en la necesidad de apoyar y motivar a estas personas para que sean lo más autosuficientes posible. El artículo 14 de la Constitucíón Española proclama el derecho a la igualdad de todos los españoles. La Carta Magna establece el deber de los poderes públicos de que esta igualdad sea efectiva. En este sentido se encuadra la ley de insercion social para minusválidos de 1982, en la que se pretende terminar con la situación de aislamiento social de las personas con discapacidad. Los dos puntos más importantes sobre los que incide la ley son la educación y la inserción laboral.

Así, desde 1982 los niños con algún tipo de discapacidad estudian en colegios ordinarios con el personal de apoyo que sea necesario.

En cuanto al ámbito laboral, la medida más novedosa fue la implantación de una cuota de contratación para personas discapacitadas. En empresas de más de 50 trabajadores, al menos de un 2% de la plantilla debe reservarse a la integración laboral de este colectivo.



Sin embargo, a pesar del buen propósito de la ley, la plena integración laboral de las personas con discapacidad está lejos de alcanzarse. Según datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad y Política Social, en el año 2002 la tasa de empleo de las personas con discapacidad fue de un 33%, frente al 70% de las personas empleadas sin discapacidad. Además, el porcentaje de personas discapacitadas que han conseguido un empleo gracias a los programas de inserción laboral en 2003, fue de un 11%.

En el terreno de la Educación, la situación no es mucho más alentadora. En las últimas semanas se han producido varias denuncias en los medios de comunicación porque la Generalitat de Cataluña ha reducido la plantilla de personas que apoyan a los alumnos discapacitados o con problemas de salud. Esta falta de personal provoca que algunos niños no puedan acudir al colegio con normalidad. Por tanto, estas situaciones resienten la integración educativa y social de los niños.

El ejemplo de Pablo debe servir para que la sociedad española y los poderes públicos tomen conciencia sobre la necesidad de motivar y apoyar a las personas que tienen algún tipo de dificultad física o mental. Las estadísticas demuestran que las medidas de integración social que preveía la ley de 1982 no son suficientes, y debe ser revisada. Debe lograrse la igualdad plena de derechos entre todos los ciudadanos para que otras personas con discapacidad lleguen a conseguir las metas que ya ha conquistado el protagonista de Yo También. Sólo de esta forma la sociedad española no perderá la oportunidad de seguir desarrollándose.




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