A ritmo de fábrica

Ocho menos cuarto de la mañana. Estación de tren de Vallecas. Aún de noche, el frío despierta a los más rezagados, que siguen con un pie en la cama. El autobús de la empresa llega con retraso, la gente se impacienta. Hay personas que deciden ir a pie. A los pocos minutos aparece "el postal". Como si se tratase de una comunidad de hormigas, la gente sube de forma muy ordenada al autobús. Tras atravesar el polígono industrial, el autobús llegará al centro de Tratamiento Automatizado de Correos.

Después de acreditarse como nuevo trabajador en secretaria, los nuevos contratados acuden a la zona de trabajo. Una planta de más de mil metros cuadrados, alberga máquinas enormes donde se clasifican las cartas. El ruido que originan las grúas que transportan los palés será la melodía que les acompañe hasta que terminen la jornada.

El contrato, de un mes. La categoría, agente de clasificación. Las herramientas, una navaja y unos guantes, acompañando a un folleto sobre prevención de riesgos laborales. "No podeis perder la navaja, debeis devolverla al finalizar el contrato" advierte el jefe del centro. El uniforme corre a cuenta de cada uno.

Se plantea la primera incógnita del día para los nuevos empleados. ¿Para qué es necesaria la navaja si un agente de clasificación simplemente clasifica las cartas? Será resuelta en menos de un minuto.

Destinados en la sección de "apertura" del IPC (International Postal Corporation), el trabajo consiste en descargar sacas que se encuentran colocadas en una jaula, romper los flejes que las mantienen precintadas y volcar todo su contenido en un carro sitúado al lado de la mesa en la que trabajan. Una tortura para alguien que ha sido cartero toda su vida. La incógnita se ha despejado, pero no será la única decepción que sufrirán durante su estancia en la empresa. El ochenta por ciento de los empleados que trabajan en este área son mujeres, una tendencia que se repite en el resto de secciones. Sin embargo, la balanza se inclina a favor del género masculino en el caso de los puestos de jefatura.





Diez y media de la mañana. Al más puro estilo de una planta industrial, la megafonía anuncia que "comienza el primer turno de descanso". Media hora para desayunar, pero sobre todo para poder estar sentado y descansar las piernas. Nunca media hora había transcurrido tan rápido. Se apagan las luces de la sala de descanso. Vuelve a sonar a la megafonía "Comienza el segundo turno de descanso". El ruido de las máquinas vuelve a martirizar a los empleados que regresan del desayuno.

Quedan cuatro horas para que termine el día. Cuatro horas para seguir levantando sacos con un peso de entre diez a treinta kilos, abrirlos y vaciarlos. Las conversaciones con el compañero de turno amenizan la mañana. La espalda se resiente, los músculos comienzan a agarrotarse. No pueden levantarse sacos que estén a más de cinco alturas para proteger la espalda de los trabajadores, pero al parecer, durante la Campaña de Navidad ( vídeo en rtve ) se pueden hacer excepciones.

Algunos de los empleados de la planta llevan puesta una faja de protección lumbar. Todos realizan el mismo trabajo, sin embargo, no hay fajas suficientes para todos. Los trabajadores eventuales son los más perjudicados. Tras pedir ayuda a los sindicatos, estos se ponen en contacto con Recursos Humanos. Después de unos días de espera, la respuesta no es muy alentadora. "La dirección va a pedir fajas a Chamartín porque en el centro no hay, no saben cuando podrán llegar" explica el representante sindical. La espalda seguirá sufriendo lo que queda de contrato. Interesa producir y superar los beneficios del año anterior, pero la prevención de riesgos laborales es una asignatura pendiente en la compañía.


Sobre las doce y media termina el trabajo en apertura. El encargado encomienda una nueva tarea. Deben clasificarse los paquetes internacionales por provincias. En un radio de seis metros cuadrados, la nueva tarea sirve para desentumecer las piernas, los trabajadores pueden andar al menos unos metros. Pero el cambio durará poco. Es la una menos cuarto y el último trailer procedente de Gran Bretaña acaba de llegar. Vuelta a la sección de "apertura". Quedan dos horas de trabajo y el cansancio comienza a notarse. Sobre la una y media, diez minutos de descanso alientan el ánimo de la plantilla. La sala de descanso no dispone de sillas, por lo que la mayoría de los empleados se dirigen a los baños, para poder descansar las piernas en los bancos del vestuario.
Una hora y la jornada habrá terminado. De repente, dos máquinas que se encargan de transportar palés chocan. Afortunadamente es un choque sin importancia y nada ha ocurrido. Existen zonas habilitadas para que este tipo de vehículos circule, sin embargo, los trabajadores deben atravesarlas numerosas veces al día para ir de unas zonas de trabajo a otras, para almacenar carros o coger los que estén vacíos. El riesgo de accidente es relativamente común, pero de nuevo, sólo unos cuantos empleados disponen de botas con puntas de acero como protección.

Tres menos diez de la tarde. Por fin la jornada ha terminado. Ya sólo quedan veinte días de trabajo. El sueldo probablemente irá destinado íntegramente al bolsillo del fisioterapeuta.



1 comentarios:

eL_aNcI dijo...

Hay que tener poca vergüenza para escribir esto. Si eres un vago quédate en casa que seguramente otra persona lo aprovechará mas y mejor que tú.